Informe de estado


A veces extraño ese espacio mío en el que tenía libertad invisible, la compañía de voces sintetizadas (provenientes de mis parlantes) y los acordes precisos, exactos...
Mi monce silla de madera marrón, que debía soportar mi espalda cansada de un día, de los días.
Mi taza de café imprescindible cada noche, en cada línea, en todo.
Mi variopinta pared, con las notas de papá estampadas: llámame aquí, mi niña bonita, su decálogo libertino entre otras de sus excentricidades.
Perrito que me ladre, siempre vigilante, siempre atento, siempre a mi lado.
El básico equipo de sonido de mi PC suficiente para oír esas voces cercanas: A dar una vuelta por universos infinitos, hacia el lado salvaje, viendo las cosas como son ♫.
El frío terrible de mi habitación y la poca luz en ella (al borde del lado oscuro).
El miedo a cerrar los ojos, el miedo a la soledad, todos mis miedos.
El despertar tarde sin remordimientos y desayuno en la cama (como los extraño abues).

Nunca me arrepiento.




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