LA AUSENCIA DEL ROJO (última versión)

“Te odio” se gritaban, aún sin asimilar lo que la prueba arrojaba, olvidando el amor que antes profesaban. Terminaron, claro. Bastaría con decir que no estaba embarazada, sí; eran los primeros síntomas.

Pero ella aún lo quería, y odiaba pensar que su entrega significaba algo que ninguno de los dos quería transmitir, “Te odio Mirko” repetía mientras sus lágrimas caían inevitablemente.

Para él tampoco era muy distinto, la amaba, o por lo menos la había amado y estaba seguro que ella era la portadora. Imposible, él no podía serlo, no Mirko, tan tranquilo y calmado, no él, que la primera relación que tuvo fue con Lucía. Ahora la detestaba.

Tenía un retraso, y para estar segura de los resultados, era necesario un análisis. No estaba embarazada, le sugirieron practicarse otra prueba “la de Elisa”. Resultado final: Positivo. Lo demás era simple, Mirko se lo había transmitido (eso creía).

Los gritos iniciaron en casa de Mirko. Él todavía sin asimilar lo que el análisis significaba también para él. Olvidando el amor, se odiaron y en nombre de él terminaron.

De la muestra pura del amor no quedan ni recuerdos, ambos prefieren olvidar lo que además compartieron ese día, el sida.

Atónito y perplejo, Mirko no acababa de digerir la noticia, estaba condenado, y por la mujer que más había amado, sentía odio, “te odio” gritaba ahora para sí mismo.

Pero ¿acaso lo olvidaste Lucía? ¿tu frágil memoria no te permitía ver nada más que la inocencia? Sí; la gripe continuaba, los dolores en el cuerpo eran más constantes, pero no recientes. Mirko no era el portador, eras tú, a la que en su juego de ser mujer, un desconocido le transmitió la mortal enfermedad.

Ahora lo recordaba, ya no culpaba a Mirko. Era ella, la que en nombre del amor compartió con él algo que no los dejaría hasta la muerte, y no era amor precisamente. La oración cambió: “te odio Lucía”, era lo que ahora sentía.